¡LENGUAJE EDIFICANTE! ¡ANIMA A OTROS CON TUS PALABRAS!

                                       

ALGUNOS HABLAN CON PALABRAS QUE CORTAN E HIEREN

Todos nosotros podemos recordar haber sido herido por alguien que habló sin pensar y ardió nuestro corazón, dejandonos un mal recuerdo.  ¡También, todos nosotros recordamos haber abierto nuestras bocas sin suficiente reflexión e herir a nuestro hermano, hermana o amigo! ¡Inmediatamente después de que la palabra se salió de la boca, quisimos pescarla atrás, pero no, ya era demasiado tarde!  Una vez que la palabra ha sido pronunciada, no se puede "silenciar", cancelar o atrasar su llegada al oído y el corazón del oyente.
                                                                                  
Jesús habla muy claramente acerca de nuestras palabras: "Cada palabra que sale de la boca será sujeto a juicio". Santiago dedica casi un capítulo entero (capítulo 3) para los pecados de la lengua. En resumen, el apóstol subraya la importancia de aprender el arte de discurso, que nos recuerda que debemos ser lentos para hablar y estar listos para escuchar.
                       

Él nos recuerda que el hombre puede controlar casi todos los tipos de animales, pero no la lengua. Además, dice que la misma lengua que se utiliza para alabar a Dios termina por maldecir al prójimo. Esto es malo!
Por lo tanto, quisiéramos ofrecer cinco breves sugerencias para ayudarnos a utilizar nuestra lengua, nuestro discurso, nuestras palabras, nuestra conversación como un medio de edificar verdaderamente nuestro prójimo — que significa, ¡para alentar nuestro prójimo!

¡Primera sugerencia! Deberíamos hacer un hábito de hablar primero con Dios y luego a hablar con nuestro prójimo.  Se ha dicho del San Domingo, fundador de la Orden de Predicadores de los cuales eran los grandes predicadores ("Oradores") San Alberto Magno y su alumno Santo Tomás de Aquino, que primero hablaba con Dios y, luego hablaba de Dios a los demás!  ¡Estupendo!  Idealmente, esto debe ser nuestro lema y objetivo en la vida con respecto al discurso--que nuestras palabras en cierta manera, ¡comuniquen la presencia de Dios a otros!
                                         
¡Segunda idea! ¡Piensa antes de hablar! San Ignacio observa que un alma agitado está en un estado de desolación; en este estado no es el buen espíritu se nos guía sino el malo! ¡Habla después de reflejar y con una mente tranquila y pacífica! Palabras apresuradas e impetuosas de ideas confusas a menudo causan confusión y dolor. ¡Evítalo!

¡Tercer consejo! ¡SILENCIO! ¡El SantoPadre, el Papa Benedicto XVI, recientemente ha insistido en la importancia de cultivar el silencio en nuestra vida diaria.  Hoy sufrimos por la contaminación de ruido!  Programas de entrevistas de radio, música "Rock n ' Roll", programas de televisión que no paran, perros ladrando a todas horas de la noche, agregando a ese ruido inútil continuo, frecuentemente lleno de chismes---todos nosotros hemos sentido estas escenas demasiado a menudo!  El Santo Padre nos conseja que si no tenemos zonas de silencio, entonces realmente no podemos entender a la persona que quiere hablar conmigo! El silencio crea un espacio interior para escuchar, entonces escuchar nos dispone para la unión con el Espíritu Santo; ¡finalmente el Espíritu Santo nos enseña a rezar y después a escuchar atentamente y caritativamente a nuestros hermanos y hermanas!

Cuarto, un consejo Biblico de gran importancia: ¡LA REGLA DE ORO! La "regla de oro", articulada por Él mismo Jesús es muy simple, y todo el mundo lo entiende: "Hagan con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes." ¿Por qué no tomar la Regla de Oro un paso más y aplicar concretamente a nuestra habla. Es decir, "Hagan con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes”, pero especialmente decir a los demás lo que deseamos que nos digan a nosotros! ¡Pruébalo!

                      
Quinto, a veces no es claro si lo que estamos diciendo es heriente o beneficioso a los demás.  Lo que podría ser de gran ayuda en este asunto es imaginar que durante  tu conversación, tu selección de palabras, el tono de voz e incluso la expresión de tu cara--- que están tres personas muy importantes allí presentes durante la conversación. Estas tres personas son Jesús, María y San José. Hazte esta pregunta: "¿Si Jesús, María y San José estuvieran presentes durante la conversación escuchando mis palabras, tendrían una sonrisa de aprobación?" Esta es la guía para los discípulos de Jesús! ¿Son nuestras palabras agradables a la vista de Dios, Su Santa Madre y Buen San José — quien incluso, nunca hablo ni una palabra en todas las escrituras sagradas?
                  
Conclusión. Jesús dijo que desde la abundancia del corazón habla la boca. También Jesús nos advirtió que seremos juzgados por cada palabra que sale de la boca. Santiago nos advierte que seamos lentos a hablar y rápido para escuchar.
                                       
                                                                           
En el Diario de San Faustina ella admitió que sus tres faltas primarias eran: 1) Orgullo de no ser más transparente con su Superiora Irene; 2) ¡HABLAR DEMASIADO!!!  Ella francamente admitió que Jesús le reveló que a veces Él prefiere que guardemos silencio en vez de hablar por dos motivos: a) la persona no gana nada con sus palabras; y b) sería mucho más beneficioso para las almas del Purgatorio sus oraciones (en esos momentos) en lugar de su conversación. Finalmente 3) ella no observó fielmente la Regla.

Recordemos la difícil exhortación del Doctor Franciscano de la Iglesia, San Buenaventura: "Tenemos que abrir nuestras bocas en tres ocasiones: para alabar a Dios, para acusarnos a nosotros mismos, y para edificar nuestro prójimo."   Siendo fiel a esta exhortación, vamos a evitar muchos pecados de la lengua, ungir nuestras palabras con el Espíritu y acumular para nosotros una herencia eterna en el cielo!

 Que La Virgen, que meditaba en su Corazón Inmaculado antes de hablar, nos enseñe a magnificar al Señor en nuestras palabras y verdaderamente a edificar a nuestro prójimo!                                    
                                      
 Mi alma alaba la grandeza del Señor;
mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador.”