¡No es así! Todos somos llamados a ser santos, y debe de creerlo, si verdaderamente
cree y acepta lo que enseña la Biblia (la Palabra de Dios), lo que enseña la
Iglesia y lo que enseñan los santos con su vida y su palabra. En distintas partes de la Biblia vemos
numerosas exhortaciones animándonos y desafiándonos a la santidad. Igual los santos nos animan y nos retan.
Jesús manda a todos sus seguidores a ser santos con estas palabras inequívocas: ¡Sed santos como es santo vuestro Padre celestial!! (Mt 5:48). El
modo gramatical empleado es el imperativo, que es una forma de
expresar mandatos, ordenes, exigencias, preceptos e imperativos --¡no hay forma
de evitarlo! La teología de la gracia
nos enseña claramente, que Dios nunca manda lo imposible, cuando Dios manda algo siempre da la gracia. Gracia es ayuda divina para
llevarlo a cabo.
Asimismo, en las bienaventuranzas,
Jesús nos reta a que vivamos una vida santa con estas palabras:
"Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia que será saciados."
(Mt 56) Recuerde también las palabras
del salmista: "Como anhela la cierva estar junto al arroyo, así mi alma
desea, Señor, estar contigo." El
corazón humano tiene sed insaciable---aunque a menudo esa sed el hombre trata de saciar de forma equivocada con lo material, comida, sexo, poder y fama; todos estos son dioses falsos, ¡son ídolos! El verdadero anhelo del corazón
sediento es Dios, y la santidad de vida.
San Agustín, el conocido e ilustre converso escribe es su obra clásica Las Confesiones: "Nos has hecho para
ti, Señor, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti''. En gran parte la santidad depende en que el
corazón tenga un sincero anhelo y sed de Dios, ¡Dios quien es todo en la
vida!!!!!!
San Pablo, otro converso muy
conocido, nos comunicó claramente la voluntad de Dios respecto a la santidad:
"Esta es la voluntad de vuestro Padre Celestial, vuestra
santificación."(I Ts 4:3) La
palabra santificación es otra forma de decir - la búsqueda de la santidad de
vida. Ambos san Agustín y san Pablo tuvieron
una conversión radical. Jesús dijo a santa Faustina
Kowalska - ''El más grande pecador puede convertirse en el más grande santo si
solamente confía en la misericordia de Dios.''
Veamos estos ejemplos: ¡María
Magdalena, el buen ladrón en la Cruz y la triple negación de San Pedro! ¡Jesús en Ti confío!
La Beata Madre Teresa de Calcuta, también habló respecto a la llamada a
la santidad; pongamos atención a este reto: "La santidad no es el
privilegio de unos pocos, sino el deber de todos". En otras palabras, el ser santos no es cosa
de los elegidos, de las élites o de una
aristocracia privilegiada de santos. ¡Claro que no! ¡La llamada a la santidad es universal!
El piadoso fundador de Opus Dei, san
Josemaría Escrivá Balaguer, conocido por sus escritos y enseñanzas sobre cómo
llegar a la santidad de forma práctica, enseña, que debemos hacer nuestros
deberes cotidianos con esmero y para la gloria de Dios. Él dijo: "¡La mayor crisis el mundo es
la falta de Santos!" En el mundo
abundan las crisis, pero la peor crisis es la falta de santos. ¡El llamado es para usted! ¡El plan de Dios es que usted sea santo! No somos llamados a la mediocridad, frialdad
o tibieza; más bien el llamado es a la grandeza -- ¡a la santidad!
Un solo santo puede lograr grandes milagros e inspirar a otros a la santidad. Uno de los más impresionantes sacerdotes
santos fue san Juan María Vianney, conocido como "El cura de Ars". Entre sus grandes labores, lo más grande fueron las horas largas que pasó en el confesionario, repartiendo la misericordia de
Dios y reconciliando los pecadores con Dios.
Pasó décadas en el pequeño pueblo de Ars, Francia. Diario pasaba entre 10 a 17 horas en el
confesionario. En el verano el
confesionario era un horno con un calor sofocante; y en el invierno un
congelador. A pesar de estos extremos,
el santo cura pasaba largas horas confesando porque era grande su amor por la
salvación de las almas y su amor por la gloria de Dios.
De noche el diablo
le visitaba, le insultaba, prendía fuego a su habitación y hacía fuertes e
inquietantes ruidos. Entre más grave era la interferencia del diablo de noche, más se alegraba el cura de Ars. ¿Por qué?
Porque él sabía que al día siguiente llegaría al confesionario un ''gran
pez''---es decir, ¡un pecador que no había acudido al confesionario en muchos
años! Y sin falta pasaba, al siguiente
día el la red de confesionario entraba un gran pez! ¡Cuan grande es la sed de los santos por la salvación de
las almas! Recuerde el
lema del gran san Juan Bosco: "¡Dame almas y toma todo lo demás!"
Al final de la vida del santo cura
de Ars, el diablo se le apareció quejándose furiosamente por todo lo que este
santo sacerdote había hecho. ¿Por qué?
Claramente el santo cura de Ars había frustrado el trabajo del
diablo. El diablo infelizmente le
comentó: "Si en el mundo hubiesen tres curas como el cura de Ars, mi reino se acabaria.
Finalmente, una prueba más del llamado
a la santidad. En los últimos cien años
los documentos de más importancia han sido las Constituciones Dogmáticas del
Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica. Y quizás, entre esos documentos el que más se
destaca es LUMEN GENTIUM, compuesto de ocho capítulos. El quinto capítulo trata precisamente de la
llamada a la santidad (Números 39-43).
Leamos y meditemos las palabras que
inician este quinto capítulo inspirador:
La Iglesia, cuyo misterio está exponiendo el sagrado
Concilio, creemos que es indefectiblemente santa. Pues Cristo, el Hijo de Dios,
quien con el Padre y el Espíritu Santo es proclamado ''el único Santo'', amó a
la Iglesia como a su esposa, entregándose a Sí mismo por ella para santificarla
(cf. Ef 5,25-26), la unió a Sí como su propio cuerpo y la enriqueció con el don
del Espíritu Santo para gloria de Dios.
Por ello, en la Iglesia, todos, lo mismo quienes pertenecen a la
Jerarquía que los apacentados por ella, están llamados a la santidad, según
aquello del Apóstol: ''Porgue ésta es la voluntad de Dios, vuestra
santificación» (1 Ts 4, 3). (Lumen Gentium V, #39)
El Concilio expresa esta idea
claramente, con la claridad del sol al mediodía: el llamado a la santidad es
universal — todos somos llamados a ser santos.
Por último, la siguiente dinámica podría convencernos de la forma más
sencilla y cierta a que aceptemos este llamado.
Pregunta: "¿Quién quiere ir al cielo???" ¡Todos, sin duda alguna!!! Bueno, ¿quién está en el cielo? La Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo, la Santísima Virgen María, los ángeles, ¿y quién más??? ¡Los santos!!! Así que, para que usted pueda ir al cielo,
¡tiene que ser santo! ¡Por qué no
empezar en este preciso momento, sea el gran santo que Dios quiere que sea! María, reina de los ángeles y los santos,
¡ruega por nosotros!