Jesús se entregó por nosotros y se sigue dando.




¡La ''primera'' Misa se celebró es ese primer Jueves Santo en la Última Cena!  Esa noche solemne, Jesús nos dio un ejemplo sublime de lo que es dar.  Lavó los pies de sus Apóstoles, enseñándonos la importancia de la humildad y el servicio.  Legó a toda la humanidad, el más grande mandamiento: "Ámense los unos a los otros, como yo los he amado."  Nos enseñó lo que es el verdadero amor, cuando horas después, el Viernes Santo, murió en la cruz por amor a mí y amor a ti.  Derramó su Sangre Preciosa para purificarnos de nuestros pecados y la salvación eterna de nuestra alma.  Jesús probó sus palabras con sus obras.  "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos".

 El amor no conoce límites.  San Francisco de Sales lo resume así: "La medida del amor a Dios es amarlo sin medida."  Esa misma primera noche del Jueves Santo en la Última Cena, Jesús nos dejó el memorial de si mismo, el más grande de los sacramentos, la Santa Eucaristía -- Su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.  Sus palabras fueron: ''Tomad y comer, éste es mi Cuerpo.  Tomad y bebed, ésta es mi Sangre.  Haced esto en memoria mía'', estas palabras se pronuncian en todo el mundo, cada día, miles de veces, y se pronunciarán hasta el final de los tiempos.  Con estas pocas palabras, se hace presente Jesús en cada Misa y nos deja su ''Presencia Real'' hasta el fin del los tiempos.  Jesús nos promete: "Estaré con ustedes siempre hasta el fin de los tiempos."
Esforcémonos por crecer en amor, fe, gratitud y devoción por la Santísima Eucaristía, con un corazón eternamente agradecido por los extraordinarios dones concedidos por el  Sagrado Corazón de Jesús.  Por consiguiente, se presentarán cinco formas para que el fuego del amor por Jesús Eucaristía nunca disminuya o decaiga, sino para que el fuego de nuestro amor prenda a tal grado que nos consuma y consuma a los que nos rodeen.  Con corazón ardiente Jesús dijo: "He venido a prender fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!''  ¡Jesús desea que este fuego arda en tu corazón y el mío!
Visita al Amigo que te ama --  Forma el hábito de visitar con frecuencia a tu amigo Jesús.  Los verdaderos amigos desean visitarse con frecuencia y compartir detenidamente sus experiencias y vidas.  Jesús está realmente presente en la Eucaristía y como el mejor de tus amigos, te espera para hablar contigo y para escucharte.  En la Última Cena, llamó a sus discípulos "amigos" y también a ti te llama su querido amigo. ¿De qué puedes platicar con Jesús?  ¡Cualquier cosa!!!  Jesús con amor te espera pacientemente; anhela que vengas a visitarlo.  Cualquier cosa que esté en tu corazón puede ser tema de conversación.  San Pedro lo resume con estas palabras conmovedoras: "Depositen en él todas sus preocupaciones, pues él cuida de ustedes".

Si se siente abrumado por los problemas de la vida, Jesús le quitará la carga.  Él le quitará o aliviará la carga o le cargará a usted con su carga.  ¡Acoja y medite estas palabras del Evangelio para así abrir el corazón al mejor de los amigos! 

"Vengan a mí los que estén cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré.  Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas.  Porque mi yugo es suave y mi carga es ligera.'' (Mt 11: 28-30)
San Alfonso Ligorio
y la Comunión Espiritual

Comunión Espiritual --  Una forma sencilla pero profunda de crecer en amor con Jesús Eucarístico es formar el hábito de hacer Comuniones Espirituales con frecuencia.  La Comunión Espiritual se puede hacer las veces que uno desee, en cualquier lugar, con las palabras que broten del corazón.  El Papa Benedicto XVI en su Exhortación Apostólica sobre la Misa y la Eucaristía, ''Sacramentum Caritatis'', hace referencia a san Alfonso María Ligorio, el gran Doctor de la Iglesia.  Este santo tenía un profundo amor por la Eucaristía; y una de las maneras que él crecía en su devoción por la Eucaristía era por medio de la práctica de la Comunión espiritual.  La siguiente oración es la forma común de hacer una Comunión espiritual:  ''Señor mío, no te puedo recibir en este momento sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.''  Acabe su oración diciendo: ''¡Jesús, te amo, te adoro, te alabo!!''  Esta práctica, corta pero eficaz, mantendrá vivo el fuego de amor por Jesús Eucaristía.
La Santa Misa y la Santa Comunión -- Por supuesto, comulgar con frecuencia, con fervor y con fe, es por amplio margen, la mejor manera de crecer en amor por Jesús Sacramentado.  ¡He aquí una sugerencia!  Evite comulgar de forma rutinaria, mecánica y superficial.  A nivel meramente humano, a nadie le gusta no ser apreciado o valorado.  Jesús tiene sentimientos, tiene un corazón muy sensible y no quiere ser ignorado.  ¿Cómo se puede evitar esto?    ¡Prepárese!  ¡Prepárese!  ¡Prepárese!  En la teología sacramental se enseña el concepto de "disposición a la gracia".  Dicho simplemente, recibimos gracias en proporción directa a la disposición de nuestro corazón, ya sea gracias abundantes o pocas gracias.  Por consiguiente, entre mejor sea la disposición del corazón, mayor serán las bendiciones que se reciben.  El corazón debe estar lleno de fe, humildad, amor, confianza, hambre y sed de Jesús, y no lleno de distracciones, sequedad, sensualidad, orgullo y mala disposición.  La culpa no está en el Sacramento de la Eucaristía, sino en la disposición inadecuada o deficiente del corazón de la persona; ¡Porque la Eucaristía es siempre Jesús mismo!  El venerable arzobispo Fulton Sheen lo expresa con esta imagen poética.  El sol cae sobre el barro y cera.  ¡El barro se endurece y la cera se derrite!  ¿Cómo está nuestro corazón al recibir la Sagrada Eucaristía, es barro o es cera???  ¿Se resiste o es receptive?
La Preparación.  ¡Ofrézcase a si mismo y todo lo que tiene! -- Cuando el sacerdote en una parroquia celebra Misa, por lo generalmente hay una intención, a petición que algún feligrés ha solicitado con semanas o meses de anticipación.  Pero igual, el sacerdote y los fieles pueden ofrecer sus propias intenciones.  Si se hace esto, la Misa tendrá mucho más fuerza en su vida, ¡la vida de su familia y el mundo entero!   Siempre tenga tres intenciones especiales:

Las ánimas del purgatorio --  Puede ser que usted, al recibir la Sagrada Comunión, libere a las ánimas cautivas del dolor del purgatorio.  San Francisco de Sales dice, que una de las mayores obras de caridad que podemos hacer, es rezar por las animas del purgatorio, que dependen totalmente de la misericordia de Dios y nuestras generosas oraciones, especialmente la más grande oración: ¡la Santa Misa!
Por la conversión de los pecadores  -- Todos tenemos algún familiar, pariente o amigo que necesita urgentemente de nuestras oraciones. ¿Por qué no ofrecer su Misa y Santa Comunión por la conversión de esa persona, su santificación, su perseverancia en la gracia y su salvación eterna?  Nuestras oraciones personales pueden ser de gran alcance; sin embargo, nada se compara con el Santo Sacrificio de la Misa y la Comunión.  Nuestra oración es nuestro propio hacer; la Santa Misa es OPUS DEI, ¡la obra de Dios!  ¡Por qué no tomar el camino más corto!  Es por esto que el Cura de Ars, san Juan Vianney afirmó: "Todas las obras buenas del mundo no se igualan al Santo Sacrificio de la Misa porque son obras del hombre; pero la Misa es la obra de Dios.  El martirio no es nada en comparación, porque es el sacrificio del hombre a Dios; pero la Misa es el sacrificio de Dios para el hombre."
Transplante de corazón -- Todos tenemos que admitir con la mayor humildad, que somos pecadores y a diario luchamos por vencer el pecado --- según santa Teresa de Ávila, ¡la humildad y la verdad son sinónimos!  ¿Por qué no emplear el medio más eficaz para vencer el pecado, y ese medio es comulgar con fervor, frecuencia y fe.  Rogad al Señor, como mendigos que somos, por un corazón nuevo; Roguemos por un transplante espiritual de corazón!  Por que de hecho, cada Comunión es un trasplante de corazón. ¡Jesús es el "donante universal"!!!  La única condición para recibir este transplante de corazón es, ¡amar al "donante"!  Toda virtud que carecemos -- fe, obediencia, pureza, mansedumbre, humildad, confianza, paciencia, mortificación, etc.-- están presentes al grado más alto en cada Comunión. ¿Por qué? Porque la Sagrada Comunión nos da el Sagrado Corazón de Jesús, ¡la fuente de todas las virtudes!
María y la Eucaristía -- En todo el universo, nadie tiene más amor por Jesús que María. María, después de haber concebido a Jesús por el poder del Espíritu Santo, se transformó en un tabernáculo viviente, una Santuario Eucarístico viviente, una "Procesión Eucarística" (Corpus Christi) por nueve meses.  En las apariciones de María en México en el cerro del Tepeyac, en Lourdes, Francia y en Fátima, Portugal, Nuestra Señora insistió  en la construcción de una iglesia. ¿Por qué?  La razón es clara: Para traernos a Jesús diariamente en la Sagrada Eucaristía por medio del Santo Sacrificio de la Misa y la recepción de la Sagrada Comunión.  María nunca nos incomunica o aísla de Jesús, sino nos une a Él.  Sus últimas palabras en el Evangelio, en las bodas de Caná fueron, "Haced todo lo que os dijere!" (Jn 2:5)

Como pueblo peregrino, no hay acción más grande en todo el universo que recibir a Jesús en la Santa Eucaristía con fuego en el corazón.  Los discípulos en el camino a Emaús lo resumen con estas palabras entusiastas: "No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras..."(Lc 24:32)  Que nuestros corazones ardan por dentro cada vez que nos encontremos con Jesús en la oración, en el Santísimo Sacramento, en las Comuniones espirituales, pero especialmente en el momento de recibir la Sagrada Comunión.
En el convento de las Misioneras de la Caridad de la beata Madre Teresa de Calcuta, en la sacristía hay una placa para los sacerdotes (pero igual para todos) que lee:  ''Sacerdote, hombre de Dios, celebra esta Misa como si fuese tu primera Misa, tu última Misa y tu única Misa.''  ¡Qué maravilla!  La próxima vez que tú recibas la Santa Comunión, al igual que todas las Comuniones que recibas hasta el fin de tu vida, recibe a Jesús como si fuese la primera vez, la última vez y la única vez.  Si lo haces, ciertamente estas en el camino a la santidad, ¡y una corona de gloria te espera en el cielo!