La mies es mucha y los obreros son pocos.


De niño vivió en Bohemia, que ahora es la República Checa.  Fue un alumno muy estudioso, deseoso de ser misionero en América.  A los veinticuatro años, había estudiado y dominaba seis idiomas y había terminado sus estudios para el sacerdocio.  Pero respecto a su ordenación sacerdotal, había un problema: habían demasiados sacerdotes en su país y el obispo no quería ordenarlo.

Este obstáculo no disuadió al joven.  Se despidió de sus padres y hermano, y embarcó hacia el nuevo mundo -- a Estados Unidos de Norte América.  Tenía sólo un cambio de ropa y un dólar en el bolsillo.  En tres semanas encontró un obispo que lo ordenó sacerdote.  ¿Y el nombre de este sacerdote?  Él es el único obispo americano que ha sido canonizado hasta la fecha.  Vivió desde el año 1811 hasta 1860 que es cuando cayó muerto de un infarto en Filadelfia, donde actualmente se venera su cuerpo. Este gran héroe de Dios es:
¡SAN JUAN NEUMAN! 

¡Fomentar las vocaciones al sacerdocio y su urgencia!

Una vez Jesús viendo a su alrededor exclamó con gran pesar: "La mies es mucha pero los obreros son pocos.  Rogad al Señor de la mies que envíe más obreros a su mies".  Hace 2000 años Jesús hizo un llamamiento urgente y su voz se escucha hoy.  Debemos esforzarnos con todas nuestras fuerzas de voluntad por rezar por las vocaciones, buscar vocaciones, cultivar las vocaciones y sostener las vocaciones al sacerdocio. 

En el momento del Bautismo, ¿quién está presente?  ¡El sacerdote!  ¿En la Primera Confesión y las muchas que siguen?  ¡El sacerdote!  ¿Quién consagra la Eucaristía y nos da el Cuerpo y la Sangre de Cristo el día de la Primera Comunión y repetidas veces hasta el día de nuestra muerte?  ¡El sacerdote!  Para la Confirmación ¿quién está ahí?  El obispo, que por supuesto es un sacerdote.  ¿Quién prepara a la pareja para el matrimonio y oficia la ceremonia?   Una vez más, ¡el sacerdote!   Vemos que en estos momentos claves y difíciles, cuando un ser querido está muy enfermo, ¿quién está ahí para calmar nuestros temores, absorber el dolor y administrar el sacramento de la Unción de los enfermos?  El sacerdote.   Por último, en la Misa funebre y en el entierro, ¿quién está ahí para pedir por nosotros y ayudar en el entierro?  Una vez más, ¡es el sacerdote! 

No sacerdote.  No Misa. 
En efecto, relacionado con el Santo Sacrificio de la Misa ¿qué sucedería sin el sacerdote?   Si no hay sacerdote, no hay Misa, y por sucesión lógica, no habría Consagración, no tendríamos la Santa Comunión, no Cuerpo ni Sangre de Cristo, ¡no Jesús Sacramentado!  En cierto sentido, seríamos "huérfanos espirituales".  En verdad, ¡que vital es el sacerdote para el bienestar espiritual del mundo y la salvación de las almas!
Siendo esta la realidad, y lo esencial que es el sacerdote en el plano espiritual, Sacramental y en la salvación de las almas, ¿qué podemos hacer para fomentar vocaciones al sacerdocio? 

Primero, el promover y fomentar vocaciones no es solamente deber y responsabilidad de los sacerdotes, monjas, obispos y religiosos, aunque ellos sí tienen un papel clave.  Es el deber de todo discípulo de Cristo, promover y concientizar sobre las vocaciones.


Segundo, ¡LA ORACION!  Jesús mismo, nos ordenó que oremos, porque la cosecha es mucha, pero los obreros son pocos.  Debemos rogar al Señor de la mies que envíe más obreros a su mies. 

Tercero, ¡LOS JUEVES!   En varias parroquias, llevan acabo una práctica muy noble y digna, y es, los días jueves pedir por las vocaciones y para promoverlas y fomentarlas.  El motivo de los días jueves es porque Jesús instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio el Jueves Santo en el cenáculo (en el Cuarto Superior).  Cuando Jesús pronunció las palabras solemnes: «Haced esto en memoria de mía», instituyó el sacramento del Orden Sacerdotal.  El rezo del Santo Rosario (en particular el quinto misterio luminoso, la Institución de la Eucaristía), el hacer Horas Santas por las vocaciones y el ofrecer el Santo sacrificio de la Misa, son formas concretas de pedir por las vocaciones al sacerdocio y fomentarlas. 

Cuarto, LA FAMILIA.  El beato Papa Juan Pablo II dijo que el primer seminario es la familia.  La familia es la "iglesia doméstica" y el fundamento sobre el cual se establece toda la sociedad.   Cuando la familia reza unida, recibe la Eucaristía con frecuencia, reza el Santo Rosario diario y cuando la paz, la alegría y amor fluyen espontáneamente -- es tierra fértil para que la semilla de una futura vocación al sacerdocio, florezca y de fruto! 

Quinto, ¡UNA INVITACION!   Cuando san Andrés se encontró con Jesús, quedó completamente fascinado.  Le fue imposible quedarse con esta experiencia inolvidable para si solo, sintió el deseo imperioso de compartir este tesoro con otra persona.  Y esta otra persona fue nada menos que su hermano, Simón Pedro.   ¡Todos sabemos lo que pasó!  Jesús le cambió su nombre de Simón a "Pedro"; le desafió a que dejara su profesión de pescador y se convirtiera en "pescador de hombres".  Y por supuesto, Jesús nombró a Pedro como la "roca" sobre la cual edificó su Iglesia, nombrando a Pedro el primer Papa de la Iglesia Católica.  ¿Qué hubiese pasado si san Andrés no hubiese compartido este encuentro que tuvo con Jesús?  ¡Nunca lo sabremos!  Pero lo que sí sabemos es que Pedro conoció a Jesús por medio de su hermano Andrés. 
En conclusión, si llegará a conocer a joven que esté considerando una vocación al sacerdocio, o si conoce a un joven que como imán está atraido a la oración, de forma especial al Santísimo, y tiene un deseo irresistible de asistir a la Santa Misa y recibir la Santa Comunión, ¿por qué no animarlo a que considere el sacerdocio?  Aún mejor, déle el número de teléfono de un sacerdote con quien se pueda poner en contacto, o un director de servicios vocacionales, o proveerle información sobre seminarios vocacionales llamados ''Ven y conoce''.  Muchas vocaciones nunca se descubren, quizás por cobardía o por el temor de invitar o sugerir al joven que considere el sacerdocio!

 
Yo, siendo sacerdote, por más de un cuarto de siglo, puedo decir, que todos los días quedo maravillado sobre la realidad sublime, que a pesar de lo pecador que soy y mi indignidad, Dios me ha escogido, para que cambie un poco de pan y vino en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.  Y después, para que le de a Dios a los demás, y para que lo recibirán en el fondo de sus corazones!  Es por esta razón, que el santo cura de Ars, con una efusión de amor al sacerdocio exclamó (san Juan María Vianney): "El sacerdote es como el Hijo de Dios (Heb 7:3).  Sólo en el cielo podremos apreciar la grandeza del sacerdocio.  Si lo entendiéramos plenamente en la tierra, moriríamos, no de susto, sino de amor.  Después de Dios, el sacerdote lo es todo."