Uno de
los signos más elocuentes del verdadero amor es la capacidad de sufrir y la
disponibilidad de espiritu de sacrificio por el ser
querido. En efecto, Jesús nuestro
Salvador y Redentor es el más grande amante de nuestras almas.
Jesús manifestó
su amor encarnándose en el purisimo vientre de María y naciendo en Belén. Lo manifesto con sus milagros, su doctrina
santa, sus enseñanzas, pero la manifestación más poderosa fue la forma en que
culminaron los tres años de su vida en la tierra y su muerte. Con su pasión dolorosa y su muerte en la
cruz, Jesús dijo al mundo -‟¡Te amo! Cuánto anhelo que estés conmigo en el
cielo por toda la eternidad.”
Si
Jesús nos amó al grado de derramar su Preciosa Sangre el Viernes Santo, ¿qué
no deberiamos nosotros estar dispuestos a sufrir y sacrificar por Él? En este breve ensayo presentaremos tres
sugerencias prácticas para responder a este amor.
 |
San José María Escriva Balaguer. Fundador de Opus Dei. |
1. ¡EL MOMENTO HERÓICO! El fundador de Opus Dei, san José María
Escriva Balaguer, nos invita a vencernos a nosotros mismos desde el comienzo
del día en lo que él llama el MINUTO HEROICO.
¿A qué se refiere? —Es la hora, el minuto, en punto
de levantarnos por la mañana. En el momento en que suena el despertador, debemos
saltar de la cama, doblar la rodilla y hacer nuestro ofrecimiento del dia,
entregando todo a Jesús por medio de María.
¡Inténtelo mañana mismo, y haga también un pequeño sacrificio, levántese
5 minutos más temprano. Jesús dice:
‟Quién es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho.” Ese fue precisamente el caminito de santa
Teresita: ‟Hacer las cosas ordinarias con extraordinario amor.” Este es el secreto de los santos. ¡Quien comienza bien, acaba bien!
 |
San Juan Pablo II |
2. OFREZCAMOS NUESTRO SUFRIMIENTO. Hoy, cuántos no hay que sufren y lo único que hace es quejarse. Lo único que logran es perder todo mérito o gracia que podría venir
del sufrimiento. Hace poco, tuve un
infección, algo dolorosa, pero no de vida o muerte, pero estaba bastante
incómodo. Pero pensé: ¿por qué no aprovecho este sufrimiento, lo ofrezco a Dios y pido que me conceda muchas gracias a mi y a mis
feligreses? Ese domingo, me tocaba
celebrar tres Misas, con aproximadamente 2,500 personas. Decidí ofrecer mi Misa por ellos y por sus
familias, por su conversion, su santificación y la salvación eterna de sus almas. En esta Misa, ofrecí mi sufrimiento y mi
enfermedad, colocándola sobre el altar, para que cuando elevara la Sagrada Hostia y la Preciosa
Sangre, estaría ofreciendo oraciones por ellos, y uniendo mi pequeño sacrificio por su crecimiento espiritual. En
resumen, el sufrimiento tiene valor en la medida en que lo unimos al
sufrimiento de Jesús, nuestro Salvador y Redentor, especialmente en la Santa
Misa. La próxima vez que nuestro Señor
le mande alguna cruz o sufrimiento, no lo desperdicie, mas bien únalo al
sufrimiento de Jesús y tendrá un valor infinito.
El diario de santa Faustina dice que si los ángeles pudiesen sentir
envidia de nosotros, la tendrían por dos razones: 1)Porque podemos comulgar en
la Santa Misa y ellos no y 2) Porque podemos sufrir y ellos no! ¿Por que esta santa envidia? Porque si aceptamos el sufrimiento y lo
unimos a la cruz de Cristo, ¡Dios derramará sobre nosotros una lluvia de gracias!
 |
El beato Francisco y su hermana
la beata Jacinta Marto. |
3. ALMAS VÍCTIMAS. Hay almas víctimas quienes se ofrecen para
sufrir con Jesús. Esas almas, aceptan
todo el sufrimiento que Dios les manda.
¿Por qué? Por varias
razones: 1) Porque en el mundo, el pecado abunda. Muchos pecan y pecan
y se rehusan a dejar el pecado. El alma
víctima en justicia, contramanda la acción del pecado de muchas almas. 2) Reparación. La justicia exige
alguna reparación que restaure el daño ocasionado. El pecado daña, en cambio la oración y el
sacrificio sanan las heridas. 3)
Consolar el Sagrado Corazón de Jesús.
Cada vez que pecamos, herimos el Sagrado Corazón de Jesús y el
Inmaculado Corazón de María. Es por eso
que el arte místico representa el Sagrado Corazón rodeado de espinas y el
Inmaculado Corazón traspasado por una espada.
Nuestros sacrificios, las obras de penitencia y oraciones consuelan los
corazones de Jesús y María. 4) Por la
CONVERSIÓN Y SALVACIÓN DE LOS PECADORES.
Si verdaderamente amamos a Dios, debemos amar lo que Dios más
ama. Dios ama las
almas. Cada alma tiene un valor infinito
por ser redimida por la Sangre de Jesús en la cruz. Una alma víctima acepta el sufrimiento
teniendo muy presente la conversión de los pecadores y la salvación de las
almas - para que estas almas no sufran la
condenación eterna sino que estén con Dios por toda la eternidad. Por qué no tomamos como modelo a una de más
pequeñas y queridas santas modernas: ¡la BEATA JACINTA MARTO! En la ceremonia de su beatificación, el santo
Juan Pablo II la llamó una pequeña ‟alma víctima” y a su hermano, el Beato
Francisco Marto, un ‟pequeño místico”. Cuando la Virgen María se les apareció en el mes de julio, les
mostró una gráfica imagen del infierno y las almas sufriendo los tormentos infernales y la presencia de los demonios. Esto causó un cambio radical de la pequeña Jacinta. Desde ese día en adelante,
Jacinta vivió las virtudes de forma heroica. Esta pequeña ‟alma víctima” tenía sed de la salvación de las
almas, todo sacrificio lo consideraba poco. Estos son algunos de los sacrificios que la Beata Jacinta practicaba: rezaba muchos
Rosarios y muchas oraciones, dejaba de comer lo que más le gustaba (uvas), renunciaba a los pequeños pasatiempos (bailar), daba su almuerzo a los pobres, se ciñó una cuerda
alrededor de su cintura, en fuertes días de calor no tomaba agua y ofrecía a Dios su dolor de cabeza. Jacinta ofreció todo a
Jesús y María por la conversión de los pecadores y la salvación de las
almas.
CONCLUSIÓN.
Muchos no somos llamados a ser almas víctimas como la beata
Jacinta Marto o san Padre Pio. Sin
embargo, podemos y debemos hacer pequeños actos de sacrificio. Ofrezcamos nuestras pequeñas
cruces y nuestros sufrimientos a Jesús por medio del Inmaculado Corazón de
María. Porque una sola alma vale más que
todo el universo creado. ¡Trabajemos
enérgicamente y con generosidad para lograr una cosecha abundante de almas para la mayor gloria de Dios!