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La ofrenda de la viuda pobre |
Desde la entrada del templo Jesús veía cómo depositaban monedas en la caja. Pero lo que le cautivó no
fueron los ricos con sus grandes sumas de dinero. Ellos sólo deseaban ser vistos y alabados por su ostentosidad. Jesús mas bien vio con gran amor y aprobación a una viuda que depositó sólo unas cuantas
monedas. ¿Por qué? No por el valor de la ofrenda, sino porque Jesús veía el corazón de esta
viuda. Ella estaba dando
todo lo que tenía para vivir.
El mensaje es el siguiente: El hombre ve y juzga según las apariencias,
pero Jesús ve los movimientos del corazón.
Muchas veces lo que el mundo considera digno de alabanza, Jesús
desprecia. Y lo que el mundo
considera insignificante, Jesús aprueba y alaba.
Podemos tomar el ‟caminito” de santa Teresita para
llegar a la santidad. Porque la santidad
no depende en fenómenos extraordinarios sino en la intensidad del amor que
acompaña la obra.
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Teresita haciendo extraordinario lo ordinario |
Osea, el secreto de la santidad se basa en "hacer de manera extraordinaria las cosas
más ordinarias." ¡Este es el secreto! Santa
Teresita solía decir: ‟Recoger
una paja o un alfiler por amor a Dios y salvar un alma.” Meramente, el acto de recoger un alfiler no
es gran cosa. Pero si se hace con la
intención de agradar a Dios y pureza de intención entonces ante los ojos de Dios tiene un valor
infinito.
La mayoría de nosotros no estamos involucrados en
empresas monumentales o iniciativas gigantescas que saldrán en la portada de
los diarios. Mas bien, hacemos cosas
ordinarias todos los días. Pero estas
mismas cosas pueden tener un valor infinito si tan solo las ofrecemos a Dios.
UNA AMA DE CASA. Generalmente no llegamos a saber de los quehaceres de una ama de casa
en el noticiero de las 6:00. Su rutina
gloriosa y quehaceres cotidianos son: barrer, trapear,
sacar la basura, ir por el mandado, preparar o servir los alimentos y limpiar
la loza después la cena.
Pero para quién lo hace quejándose y con el ceño fruncido, su trabajo no tiene mérito ante Dios, más bien se
reduce a nada.
Ahora, si al despertar ella hace
su ofrecimiento del día y ofrece todo a Jesús por medio del Inmaculado
Corazón de María entonces todo lo que hace será agradable a Dios. Su trabajo la santificará, santificará a su
familia, se salvarán almas y su trabajo tendrá gran valor.
Dos cosas son necesarias para que el trabajo cotidiano tenga este valor
infinito. Primero, hagamos todo por medio de la poderosa
intercession de María quien es la ‟Obra Maestra de la creación” y segundo,
unamos nuestras obras al Santo Sacrificio de la Misa.

Primero,
es importante llegar a Jesús por la intercesión de la Santísima Virgen
María. María es el camino más
rápido, más fácil y más seguro para llegar al Sagrado Corazón de Jesús. San Luis de Montfort nos pinta esta imagen. Hay un hombre pobre que quiere darle al Rey una
manzana magullada. Pero no hay forma de
acercarse al Rey; y el Rey nunca aceptará esa manzana, sabiendo en qué condiciones está. Pero este hombre, conoce a
la Reina y la Reina tiene un tierno afecto por él. La Reina toma la manzana, la corre bajo el
agua, la limpia, le saca brillo y la coloca sobre una bandeja de oro con una
hermosa rosa roja. El Rey, quien ama a
la Reina, gustosamente recibe la manzana, no tanto por la manzana sino por
quién se la da, su hermosa esposa, ¡la Reina!
Lo mismo sucede con nosotros. La manzana magullada son nuestros obras. Todo lo que hacemos por bueno
que sea, lo contaminamos con nuestro orgullo, nuestro amor propio y nuestro egoísmo. Pero, si entregamos todo
nuestro ser y nuestras obras a Jesús por manos de la Reina, entonces el Jesús
el Rey de reyes y Señor de senores no lo rechasará. María ennobleze y santifica hasta las cosas
más pequeñas.
Dos, debemos unir todo lo que hacemos y todas
nuestras intenciones a Jesús en el Santo Sacrificio de la Misa. Cada Santa Misa celebrada tiene un valor
infinito. ¿Por qué? Porque Jesús se ofrece a Si mismo como
Víctima como propiciación por nuestros pecados al Padre Eterno. El Padre ve a su Hijo y dice: ‟Este es mi Hijo amado,
en quien tengo complacencia.” ¡El Padre
no podrá negar nada a su Hijo!
Ahora, ¿cómo podemos aplicar este principio de lo
místico a lo práctico? ¡No es difícil ! Cuando vayamos a Misa, lleguemos por
lo menos 15 minutos antes de que comienzo.
Abramos
nuestro corazón y confiemos en el amor de Jesus por el Padre, el amor de Jesús por mi y por ti
y por el mundo entero. Antes de que comience la Misa, pongamos como ofrenda sobre el altar, todo lo que somos,
absolutamente todo, sin quedarnos con nada: lo que hicimos este día, nuestro trabajo de casa, nuestro trabajo en la cocina, las discusiones con los hijos, las luchas
con el marido o la esposa, los temores, las incertidumbres del presente, el
dolor de cabeza y las lagunas mentales.
¡Absolutamente TODO!
La clave es colocar todo sobre el altar antes de que
comience la Santa Misa. Ofrezcamos todo
nuestro ser, todo lo que somos, todo lo que hacemos al Padre Enterno. No desperdiciemos ni un solo instante,
entreguemos a nuestra familia y a nuestros seres queridos porque Jesús así lo
desea. Para Jesús todo es imporante,
nada pasa desaprecibido. Él conoce
cuantos cabellos tenemos en la cabeza.
Es verdad, Jesús cuida de todo el mundo, ¡pero Jesús cuida especialmente
de TI!
Así, en el Santo Sacrificio de la Misa,
especialmente en la Consagración del Cuerpo y Sangre de Cristo, hemos colocado
todo sobre el altar, y cuando el sacerdote eleva la Hostia al trono de Dios,
nos eleva también a nosotros. El Padre
Eterno nos ve por medio de su Hijo amado en quien tiene todas sus
complacencias. ¡Y el Padre Eterno no
negará nada a su HIJO!
Pero el momento en que recibimos la Santa Comunión
es el momento más importante. Es en ese
momento que recibimos a Jesús en el fondo de nuestra alma. Si comulgamos con la debida disposición interior y un corazón lleno de
amor por Jesús recibiremos una abundancia de gracias. Las cosas pequeñas que hacemos tendrán un
valor infinito porque se las hemos ofrecido al Padre Eterno mediante el Corazón
amorozo de Jesús.
Aprendamos el arte de la santidad. No se trata de
grandes obras sino de la pureza de la intención que las acompaña. Ofrezcamos a Dios todo nuestro ser mediante
el puro e Inmaclado corazón de María y Jesús la Víctima sin mancha que se
ofrece a Dios en el Santo Sacrificio de la Misa.