Uno de los mayores regalos que nuestro
Salvador misericordioso dio al mundo, ese primer Domingo de Pasuca, fue el don
del Sacramento de la confesión. Jesús
pasó a través de las paredes, luego sopló el Espíritu Santo sobre los
Apóstoles y dijo: “Recibid el Espíritu
Santo; A
quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes retengáis los
pecados, éstos les son retenidos.” (Jn 20, 21-23)
En este
momento, con estas palabras y con el soplo del Espíritu Santo, Jesús instituyó el Sacramento de su infinita misericordia que nosotros llamamos el Sacramento de la
confesión.
En este
breve ensayo, nos gustaría animar a todos a tener una gran confianza en la
misericordia de Dios y acercarse con fe, confianza y humildad, a este Sacramento. Ofreceremos diez cortas
sugerencias y palabras de aliento para ayudarnos a recibir con mayor provecho
este gran Sacramento de su misericordia.
1. CONFIANZA EN LA MISERICORDIA INFINITA DE
DIOS. Jesús dijo a S. Faustina, que lo
que más hiere su Sagrado Corazón es la falta de confianza en su misericordia
infinita. E igual dijo, que si el pecador
tuviera tantos pecados como los granos de arena en la orilla del mar, si tan
solo confía en su misericordia, todo desaparecería en el abismo de
su Misericordia. San Pablo nos
recuerda: “Donde abunda el pecado,
sobreabunda la misericordia de Dios.” De
hecho, los más grandes pecadores pueden llegar a ser los más grandes santos si
tan solo confían incondicionalmente. Los ejemplos abundan: María Magdalena, el buen ladrón, San Agustín,
Santa Margarita de Cortona, San Ignacio de Loyola, San Camilo de Lelis, Santa
María de Egipto y muchos más…
2. PREPARACIÓN.
Prepárese bien para la recepción de los Sacramentos. La teología sacramental enuncia este
principio importante: uno recibe gracias
en proporción a la disposición del corazón y de la preparación previa. Tenga un buen
Examen de Conciencia a la mano y dese
tiempo para prepararse bien para este encuentro con su Salvador amoroso y
misericordioso. Busque un lugar de silencio para encontrarse con Jesús. Anote los pecados en una
hoja de papel de modo que cuando usted entre al confesionario por los nervioso, no se le olvide las cosas que va a confesar. Por lo
general, cuanto mejor se prepare, mejor será el resultado, ¡como es el caso en
cualquier práctica!

3. ENCUENTRO PERSONAL CON CRISTO. Trate de entender que nuestra religión es
fundamentalmente una relación personal de amistad con Jesús. Jesús de hecho es el
amigo que nunca falla. Si
entendemos que la esencia del pecado es hacerle daño a la persona que nos ama y
murió en la cruz por nosotros, entonces será mucho más fácil evitar el
pecado. En la Última Cena, Jesús llama a
los Ápostoles – Amigos - y es verdad, somos los amigos de Jesús. El pecado no es tanto romper una regla, sino
romper el Corazón amoroso de Jesús.
4. VALORAR EL SANTÍSIMO SACRAMENTO Y VALORAR LAS
GRACIAS Y OPORTUNIDADES. Veamos la
banalidad con que tratamos a la Eucaristía, estamos tan acostumbrados a la
santa Misa, que corremos el riesgo de no valorar lo que con tanta facilidad se
nos da por pura gracia. Al igual que en un matrimonio, siempre se corre el
riesgo de no valorar al cónyuge. Del
mismo modo, podemos tomar a Jesús y los Sacramentos banalmente. Nuestra actitud debe ser tal, que cada vez
que recibimos la Eucaristía, o acudamos a la confesión, debemos recibirla como
si fuera nuestra última Comunión, y la Comunión sobre la cual seremos juzgados.
En muchas sacristías hay un cartel que
dice: “Reza la Misa como si fuera tu
primera Misa, tu última y tu única.” De
igual modo, debemos esforzarnos por recibir el Sacramento de la misericordia
como si fuera nuestra primera, última y única confesión!
5. FIRME PROPÓSITO DE ENMIENDA. Hay cinco pasos para hacer una buena
confesión: 1) Examen de conciencia; 2) Dolor por nuestros pecados; 3) Firme propósito de enmienda; 4) Confesión de
los pecados al sacerdote; 5) Llevar a cabo la penitencia impuesta por el
sacerdote. Detengámonos por un momento
en el tercer paso ya que en este punto todo penitente debe poner mayor
empeño. ¿A qué nos estamos refiriendo? Simplemente que para hacer una buena
confesión, tiene que haber un compromiso firme de nuestra parte para evitar
cualquier persona, lugar, cosa o circunstancia que podría llevarnos a las
trampas del pecado. Esto exige
auto-examen, el auto-conocimiento, humildad y fortaleza. Esto también exige que analicemos la película
de nuestra vida para ver dónde, por qué, cuándo, cómo, con quién y qué nos
condujo a caer en el pecado. Hay muchos
dichos al respecto: “El que no conoce la
historia está condenado a repetir los mismos errores.” Sócrates afirmó: “Una vida que no se examina
es una vida que no vale la pena vivir.”
Hay otro proverbio clave de los Padres del desierto que dice: “Conócete a ti mismo”. O usemos la imagen de Supermán: Debemos conocer nuestro propio punto débil,
nuestra kryptonita, nuestro talón de Aquiles”.

6. RECE
POR EL SACERDOTE/CONFESOR. Leemos en el diario de Santa Faustina, que en
una ocasión, S. Faustina salió del confesionario y sintió una intraquilidad,
una falta de paz, algo que usualmente experimentaba después de hacer su
confesión sacramental. Jesús se le
apareció y le dijo que la razón de su falta de paz se debía a que no había
pedido por el sacerdote confessor antes de entrar en el confesionario. Una breve oración por el sacerdote – un Ave
María, una oración al Espíritu Santo o a su angel de la guarda – puede mejorar
drásticamente nuestra confesión.
¡Inténtelo!
7.
CUALIDADES DE UNA BUENA CONFESIÓN.
En el Diaro de Santa Faustina, Jesús pone de relieve tres condiciones
indispensables de una buena confesión.
1) La transparencia; 2) La humildad y 3) La obediencia. Cuando confesamos nuestra culpa al sacerdote,
quien representa a
Cristo, el Médico divino, debemos ser lo más claro y transparente posible. No debemos intentar justificar nuestros
actos, racionalizarlos o culpar a otros por nuestros pecados. ¡Seamos humildes! Por último, debemos obedecer los indicativos
o el consejo que el cura nos da, ¡ya que él representa a Cristo!
8. LA CONFESIÓN FRECUENTE. En la vida espiritual, es muy importante
recibir bien los sacramentos y recibirlos con regularidad. La Iglesia permite y nos alienta a que nos
confesemos con regularidad para crecer en santidad, y claro, uno está obligado
a confesar los pecados mortales cometidos según la especie y el número exacto o
debe manifestar un aproximado. Sin
embargo, los santos y los Papas nos animan incluso a que confesemos los pecados
veniales, a esto se le llama “Confesión de devoción”. También se puede confesar los pecados
mortales de la vida pasada y renovar la pena por haberlos cometido ya que a
menudo los pecados dejan una mancha profunda o están profundamente arraigados
en el alma. ¡La confesión frecuente
sirve para borrar y eliminar la mancha poco a poco! Pero cuidado! Evite hacer confesiones
mecánicas, rutinarias o superficiales sin un firme propósito de enmendar su
camino.
9. ACLARAR DUDAS. Si tiene cierta confusión moral, duda o
incertidumbre acerca de algún asunto o acción, debe ser humilde y directo y
pedir a su confesor que se lo aclare. La
teología moral nos enseña que nunca debemos actuar sobre una conciencia
dudosa. Por el contrario, hay que
aclarar la cuestión moral con nuestro confesor antes de actuar. Un de los mayores regalos que podemos
experimentar estando en la tierra es una conciencia bien formada y paz en el
alma.
10. ACCIÓN DE GRACIAS. Después de haberse confesado, asegure de dar
infinitas gracias a Dios por su misericordia, su bondad, su compasión y por el
don del Sacramento de la confesión. Dios
se regocija viendo un alma agradecida y generosa. Hagamos nuestra la oración del salmista: “Dad
gracias al Señor porque Él es bueno; porque es eterna su misericordia.”