¡REGRESAR DE NUEVO A LA VIDA ESPIRITUAL!



La película clásica “Carros de Fuego” que recibió el Premio Emmy a principios de los 80, puede enseñarnos numerosas lecciones en nuestra búsqueda de Cristo y para alcanzar la santidad y ¡el premio de la vida eterna!
Entre las numerosas escenas memorables fue la caída y ascenso de Eric Liddle en los 400 metros.  Recuerde que 400 metros es una vuelta alrededor de la pista, considerado un “Sprint” (carrera corta de gran velocidad) que a menudo, ¡se gana por milésimas de segundos!


¡En sus marcas! ¡Listos!  ¡Fuera!  Los cuatro atletas despegan como un rayo.  En seguida, se produce un evento trágico aunque más tarde se convertirá en victoria.  Eric Liddle, la gloria y honra de Escocia, corre al borde de la pista, recibe un codazo  del deportista que corría a su lado. ¡La fuerza del golpe con el codo causa que Liddle caiga al piso como un torbellino en tierra!


¡Un momento decisivo!   ¿Qué hará el atleta caído?  Lamentar su mala suerte, darse a la desesperación, aceptar la derrota, tirar la toalla y esperar que lleguen días mejores?  ¡Ninguna de estas cosas le cruzó por la mente a este disciplinado y entrenado atleta!  Mientras la multitud y su archienemigo Harold Abraham miran fijamente al corredor caído, Liddle valientemente se levanta, sin perder ni una fracción de segundo, energiza su mente, cuerpo y espíritu para afrontar el reto!  Aunque Liddle está muy atrás, ¡los milagros son posibles para quien confía en Dios y se entrega completamente a su Santa Voluntad!     
Casi inmediatamente Liddle alcanza a uno y lo rebasa, luego a otro, pero todavía queda uno por alcanzar y superar, al que lo empujó!   Con un esfuerzo de volundad  sobrehumana, Liddle alcanza y le gana a su opositor,  rompe la cinta, cae de agotamiento, inhalando y alacansando la respiración.  ¡El Triunfo!  ¡La Victoria!  ¡La Gloria!


Ante los ojos de asombro de la muchedumbre  y de su archienemigo Harold Abrahams, Eric Liddle quien es la gloria y corona de Escocia, demuestra que se puede lograr la victoria a pesar de los obstáculos  - ¡incluso después de haber caído  y haber perdido preciosos segundos que para un corredor velocista parece toda una eternidad!
¿Cómo puede este acontecimiento penoso y doloroso de la película clásica “Carros de Fuego”, influir en nuestro propia carrera, viaje y lucha en búsqueda de nuestro Señor y Salvador Jesucristo?

                     
Es interesante observar que San Pablo más de una vez utiliza imágines y analogías de deportes para explicar las verdades bíblicas.  ¡Recuerde que los Juegos Olímpicos en Grecia se iniciaron antes del nacimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo!

Pablo nos reta a “pelear la buena batalla y acabar la buena carrera.”  Además, nos recuerda que el premio no es algo perecedor como una corona de hojas que con el tiempo se marchita, desvanece  y desaparece.  Al contrario, el premio es incorruptible y es nada menos que la corona de gloria que nuestro Rey y Señor tiene preparado para sus atletas que corren la buena carrera hasta el final, luchan valientemente contra el enemigo, la carne y el mundo.  En resumen,¡los atletas valientes de Cristo tienen su merecida corona que les espera en el cielo!

         
San Ignacio, pecador de nacimiento, soldado de profesión, cuya conversión se logró por la gracia de Dios en la batalla de Pamplona, nos enseña el significado de sobreponerse después de una caída, ¡esto es lo que significa vivir el Misterio Pascual de Jesús - ¡su pasión, muerte y resurrección!

Tal como Eric Liddle cayó el la pista y luego ascendió a grandes alturas como estrella Olímpica, Ignacio de Loyola, también había caído lejos del camino recto, había elegido una vida de vanidad, sensualidad y pecado.  Algunos autores afirman que Ignacio probablemente quebró todos los mandamientos.   Más tarde logrará superarlos por su humilde admisión de su pecado, la confesión, la penitencia severa y la decisión de seguir los pasos de los atletas de Cristo, los santos. 

Después de la conversión en Pamplona y su confesión en Montserrat, Ignacio estaba listo para recibir de manos de María en Manresa el esquema de los Ejercicios Espirituales.   El Santo hace una comparación enter ejercicios físicos y ejercicios espirituales.  Ambos exigen disciplina, determinación y perseverancia hasta que se logre romper la cinta que señala el fín. 


¡NUESTRA VIDA A LA LUZ DE LAS CAIDAS Y LA SUPERACIÓN! 

Eric Liddle pudo haber justificado su derrota, haberse quejado con los jueces, o incluso haber maldecido a su contrincante quien evidentemente le había clavado el codo y que causó la caída al suelo, quizás aún haberlo descalificado de la carrera.  En su lugar, el atleta no dijo nada, pero demostró la excelente calidad de su vida interior por sus acciones.  De pie, con supremo esfuerzo, valentía máxima y una confianza sin limite, ¡Liddle gana la carrera! 


San Ignacio pudo haberse quejado con Dios, maldecido a sus propios soldados y odiado al ejército frances por haber tirado el canon que eliminó ambas piernas.  Al contrario, con su caída en el campo de batalla y con el cuerpo y el espíritu herido, él da lugar a una nueva vida.  Ignacio se levanta del polvo y de la derrota terrenal y sigue al Señor de Señores, al Rey de Reyes, inspirado y motivado por los santos, quien son los campeones y atletas de Dios. “¡Si Domingo puede hacerlo, yo también puedo.  Si Francisco pudo, entonces yo lo puedo lograr!”

Shakespeare lo resume con estas palabras:  “ Errar es humano, perdonar es divino.”  Todos somos cortados del mismo molde de la humanidad, de hecho somos todos pecadores.  Hay una gran diferencia entre un pecador quien se aferra a su pecado y un santo.  Ambos caen en el pecado.  El pecador no- arrepentido se hunde en el lodo sin deseos de levantarse, en cambio el santo cae pero se niega a quedarse estancado en el lodo de su propio pecado.

Igual que Eric Liddle el corredor caído, nosotros también tenemos dos alternativas.  Podemos permanecer caídos y hundirnos más y más en nuestra propia miseria moral o por la confianza en la infinita misericordia, podemos rebotar y regresar al Señor con un amor más intenso.  Como escribe en su meditación que durará hasta el fin del mundo un hombre que una vez fue Saulo y luego se convirtió a Pablo, “donde abunda el pecado, la misericordia de Dios abunda más.”  ¡Que la misericordia de Dios triunfe en nuestras vidas!


¡Que nosotros también, igual que Eric Liddle, nos levantemos a las alturas más sublimes de la santidad!  Jesús dijo a Santa Faustina Kowalska que los más grandes pecadores podrían realmente ser los más grandes santos si sólo confían en Dios.  ¿Caído?  ¡Levántate!  ¡De pié!  ¡Corre!  ¡El Señor te espera con la corona de Gloria!