EL BAUTISMO: EL PÓRTICO DE LA VIDA EN EL ESPÍRITU


El bautizo de Jesús por Juan en el río Jordán.

''El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu ("vitae spiritualis ianua") y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión. "El bautismo es el sacramento del nuevo nacimiento por el agua y la palabra" (Catecismo de la Iglesia Católica, número 1213)

Este párrafo, corto pero profundo, tomado del Catecismo de la Iglesia Católica, nos ofrece abundante material para la reflexión en este tiempo que la Iglesia celebra el bautismo de Jesús.


La celebración litúrgica del bautismo de nuestro Señor y Salvador Jesucristo nos debe impulsar y motivar a renovar nuestras promesas bautismales y el significado de nuestro bautismo.


Presentaremos a continuación cinco puntos prácticos para renovar nuestras promesas bautismales conforme contemplamos el bautismo de Jesús por san Juan bautista en el río Jordán.  En el bautismo de Jesús se revela el misterio sublime de la Santísima Trinidad, una teofanía Trinitaria, en donde se hacen presentes las Tres Personas de la Santísima Trinidad; el Hijo se manifiesta visiblemente en su cuerpo mientras desciende en las aguas; el Espíritu Santo aparece como una paloma, y el Padre se deja oír en su voz. (Mt 3, 13-17)



1.  LA SEÑAL DE LA CRUZ.  Uno de los signos más notables de ser cristiano y de pertenecer a la fe Católica es la señal de la cruz.  Cada vez que hacemos la señal de la cruz, profesamos nuestra fe en el misterio de la Santísima Trinidad - Dios es uno solo y en Él hay tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.  Al hacer la señal de la cruz, debemos tener presente nuestro propio bautismo y la dignidad con que fuimos revestimos desde ese momento.  Conforme corría el agua bautismal en nuestra frente y el sacerdote o el diácono pronunciaba las palabras del bautismo, en nuestra alma Dios derramó grandes gracias y dones.  Nos hicimos hijos de Dios, hermanos de Jesucristo y amigos del Espíritu Santo.  Es por esto que el papa san León Magno dice: ''Reconoce, oh cristiano tu dignidad.''  ¡Todo empezó  desde el momento de nuestro bautismo!


Conozca la fecha de su bautismo 
y el de los miembros de su familia.

2.  LA FECHA DE SU BAUTISMO  Si no conoce la fecha exacta en que fue bautizado, o las fechas en que fueron bautizados sus hijos, averígüelo esta semana.  ¡Celebre el día de su bautismo!  Está en nuestra naturaleza celebrar acontecimientos como un aniversario de bodas, cumpleaños, días feriados, porque son ocasiones de celebración.  Por qué no celebrar algo más, algo verdaderamente grande.  ¡La fecha de su bautismo!  Padres de familia aprovechen la ocasión para catequizar e instruir a sus hijos sobre lo que es el bautismo y su importancia.  Compre un pastel, pero no solo disfrute del pastel y del canto, explíquele al niño el motivo de la celebración.  ¡Es el día de su segundo nacimiento!  Es el día en que nacimos del agua en el espíritu, el día en que nos hicimos hijos de Dios, el día en que llegamos a formar parte de una nueva familia, ¡la familia del pueblo de Dios!




El agua bendita es un recordatorio de nuestro bautismo.
3.  AGUA BENDITA. Use el agua bendita con seguido.  Al entrar a la iglesia es persignarse con agua bendita. Igual en casa, antes de retirarse cada noche, los padres de familia deben bendecir a sus hijos con agua bendita en el nombre de la Santísima Trinidad.  Cada vez que se persigne con agua bendita, traiga a la mente su propio bautismo.  Santa Teresa de Ávila dice que el uso del agua bendita es un medio poderoso para ¡expulsar al demonio de su presencia!  Porque en verdad, el día de nuestro bautismo, el sacerdote o diácono ¡hicieron un exorcismo menor!  ¡La gracia del bautismo supera el poder del maligno!

El papa Benedicto bautizando

4.  BAUTISMOS.  Cuando asista a un bautizo, tenga presente su propio bautismo.  En el bautismo renunciamos a Satanás, todas sus obras y todas sus pompas.  Si se le ha llamado a ser padrino, con más razón debe renovar sus promesas bautismales.  Tanto los padres como los padrinos son llamados a vivir lo que simboliza el Cirio Pascual y la vela que prenden ese día.  Jesús es la LUZ principal, pero nosotros igual somos llamados a tomar de la luz de Cristo y a darla al mundo, en particular a los ahijados que Dios le ha confiado.  Dejemos entonces que las palabras de san León Magno resuenen en su corazón: ''Reconoce, oh cristiano tu dignidad.'' 
San Francisco Xavier bautizando.
5.  EL LLAMADO MISIONERO Y EL ENVÍO.  Antes de ascender a los cielos, Jesus envió a sus Apóstoles y les dio su misión pero también nos envía a nosotros.  Leamos y meditemos las últimas palabras de Jesús: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra.  Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.» (Mt 28,18-20)  El mensaje de Jesús no podría ser más claro.  Jesús llama a todos los bautizados a llevar la gracia de su propio bautismo a todo el mundo.  La gracia de Dios y la presencia de la Santísima Trinidad no es para esconderse debajo de una canasta sino para que brille y se comparta con el mundo entero.

Para concluir, escuchemos las palabras consoladoras del papa Benedicto XVI:  

''Mediante el Bautismo cada niño es admitido en un círculo de amigos que nunca le abandonará, ni el la vida ni en la muerte.  El círculo de amigos, es la familia de Dios, en la que El Niño se integra desde este momento , le acompaña continuamente, también en los días de dolor, en las noches oscuras de la vida; le dará consuelo, tranquilidad y luz.'' (Papa Benedicto XVI, 8 de enero de 2006, YOUCAT:  Catecismo Joven de la Iglesia Católica, número 193)
Con estas palabras del Santo Padre y los puntos prácticos, esforcémonos por vivir nuestro bautismo a la mayor medida posible, que por nuestra santidad de vida seamos luces brillantes que reflejan la luz de Cristo.